Hawái es la isla más grande y más joven de todo el archipiélago. Es tan nueva que aún se está creando, y tuvimos la suerte de verlo. En efecto, vimos como fluía la lava del volcán Kilauea hasta el mar, y por lo que se ve, llevaba “goteando” desde mayo de este año. Hacía 3 años que la lava no llegaba al mar.
Parque Nacional de los Volcanes
La isla se ha formado por la actividad de 5 volcanes, de los que dos están activos: el Mauna Loa y el Kilauea. Éstos se encuentran en el Parque Nacional de los Volcanes, al que le dedicamos dos días. El primer día entramos al parque para ver la caldera del Kilauea. Dentro de esta caldera, a su vez, hay otra caldera donde se puede ver lava incandescente (eso sí, el perímetro de seguridad no te permite acercarte a menos de 4 km de distancia). A pesar de lo lejos que se ve, porque es un área cerrada por la situación actual, es bastante impresionante, pero cuando se disfruta de verdad es al anochecer, ya que se ven los ríos rojos que atraviesan la caldera y realmente parece el Ojo de Sauron del Señor de los Anillos, jaja.
Caldera del Kilauea por la mañana Caldera del Kilauea por la noche
Hacemos varias rutas por el parque como cruzar el lago de lava, ahora sólida, de la erupción de 1959; caminar por un tubo de lava formado hace 500 años; o pasear por la colada de lava de 1973-74 hasta un cono de ceniza de 64 m. Rutas que se realizan desde la carretera La cadena de Craters.
Al día siguiente nos acercamos a la costa para ver la lava en el mar, espectáculo natural que “empieza” al anochecer. Para ver bien la lava caer al mar hay dos opciones, subir al barco o acercarte por vía terrestre, ya sea andando o con bici. Optamos por la última. La primera seguramente es la mejor, pero valía unos 200$ para sólo 10 minutos. Alquilamos las bicis para recorrer las 4 millas que nos separaban de la zona permitida más cercana a la lava, que a su vez está a una distancia de aprox. 1 km.
Estamos allí hasta que se oscurece y se puede ver mejor la lava al rojo vivo, la cual crea enormes columnas de vapor, ya que las olas golpean la zona y enfría la lava. Pese a que queríamos ver el río de lava, no tuvimos esa suerte, ya que la lava había creado un tubo subterráneo que desembocaba directamente en el mar. Aún así, es muy chulo.
Kailua
Los días siguientes los dedicamos al otro lado de la isla para recorrer las playas del suroeste hacia el norte. Visitamos playas de arena negra, otras con tortugas, todas con agua azul turquesa, pasando por la playa donde llegó por primera vez el Capitán Cook y por la última que vio. Hacemos snorkel con gafas de nadar en piscina porque no tenemos otras (de hecho, usamos unas que nos habíamos encontrados y las otras estaban en el apartamento donde nos alojábamos) y comprobamos que hay bastantes peces de colores. También entramos en el parque histórico de Pu’uhonua para saber como vivían los hawaianos nativos antes de la llegada del Capitán Cook.

Mirar hacia abajo: Mantas rayas en Manta Village

Por la noche hicimos dos actividades muy interesantes. La primera fue ver mantas rayas. La excursión consiste en salir con un velero a las 6 de la tarde que te lleva a una localización en el océano, conocida como Manta Village. Desde el velero, saltas al mar con traje de neopreno, gafas y tubo, te coges a una barra que a su vez lleva un potente foco que atrae el plactón (la comida de las mantas rayas) y éstas, desde el fondo, empiezan a subir dando vueltas hasta acercarse, con la bocaza abierta, casi a la superficie y vuelven a bajar.
Nuestra excursión fue así: llegamos al puerto, nos tomanos una Biodramina por si acaso, subimos a nuestro velero donde nos explican, antes de zarpar, las medidas de seguridad del barco, empezamos a navegar, izan la vela, nos dan un trozo de piña y un folleto explicativo de las mantas, y a los cinco minutos, repito, cinco minutos, bajan la vela y para!! Nos hemos movido unos pocos metros de la costa, delante del hotel Sheraton, y allí es donde se hace el snorkel. 😂. Podíamos haber llegado nadando desde el puerto! Lógicamente, somos el primer barco en llegar, luego vendrán unos cuantos más provenientes de «puntos más lejanos», cada uno con sus focos (que no es malo porque así hay más probabilidades de que vengan a comer). Y sí, viene una manta raya que se va paseando por debajo de la gente, sobre todo bajo un grupo que tiene un potente foco de luz azul. Estamos como una hora, subimos al barco y llegamos al puerto…La actividad merece la pena porque los bichos son grandes y se acercan muchísimo, siempre con la boca abierta. Quizás un poco caro porque en nuestro caso sólo apareció una.
Mirar hacia arriba: La estrellas desde Mauna Kea
La segunda actividad nocturna consistió en ver estrellas. Para ello, fuimos a uno de los mejores lugares del mundo para ver el cielo estrellado: la cima del volcán inactivo Mauna Kea (4.169m). Por cierto, si se mide desde su base en el fondo del océano hasta la cumbre, el Manua Kea es la montaña más alta del mundo (10.203m), más incluso que el Everest (8.848m). Bueno, a lo que íbamos, en realidad la vista de estrellas se hace desde el Centro de Visitante, que está a 2.804m, mientras que en la cumbre, a la que se puede acceder por una carretera sólo con 4×4 (nosotros teníamos un simple Ford Fiesta) está la mayor concentración de observatorios del mundo: 11 megatelescopios de varios países. La noche empezó nublada, pero poco a poco, se fue despejando y a través de varios telescopios que ponen allí los aficionados, pudimos ver Marte y Saturno, la galaxia Andromeda y la nebulosa del anillo, además de los millones de estrellas de la Vía Láctea.

Hilo
Al día siguiente nos dirigimos a Hilo, la capital, atravesando la isla por el norte. Es curioso, porque el paisaje es muy diferente, abunda la vaca y el prado verde, pero cuando desciendes de la montaña vuelves al trópico, como prueban estas imágenes de la cascada Akaka. Y cómo no, un precioso arcoíris después de una pequeña tormenta.
Que chulada de isla!!!!!aunque pensar que debajo d tus pies, el suelo es más «blandito»de lo habitual da un poquito de miedo, no? (Lo digo por la plastilina incandescente, jeje…).
Realmente es preciosa, no me extraña que sea lugar de retiro