Punta Arenas, Chile.

Estrecho de Magallanes

La historia del primer viaje que el hombre realizó alrededor del planeta Tierra me impresionó. Era yo por aquel entonces un niño, fue en el colegio, sin duda. Recuerdo que no acababa de entender por qué resultó tan difícil, no lograba imaginarme las dificultades. El estrecho de Magallanes, por ejemplo, era para mí algo así como  una grieta en un muro infranqueable, un desfiladero profundo y revirado, donde el mar mostraba su lado más violento.

Estrecho de Magallanes

No hace mucho tuve la suerte de comprobar con mis propios ojos como es esa parte del mundo y no ha resultado ser, desde luego, como imaginaba. No es un desfiladero tenebroso con fuego y rayos y, sobre todo, no es taaaan estrecho, al menos la parte que yo vi. Los barcos pueden pasar p-e-r-f-e-c-t-a-m-e-n-t-e por el lugar, sin rascar por los costados, incluso varios cientos podrían hacerlo en paralelo.

No recuerdo, sin embargo, que el profesor hablara del viento, y si lo hizo, no se me quedó grabado en la memoria. En Punta Arenas, capital de esa región austral de Chile, el viento vuelca autobuses y quiebra parabrisas. En invierno, cuando hay hielo en las calles, la gente tiene que aferrarse a cuerdas dispuestas a tal efecto para evitar ser desplazadas como maniquíes por los vendavales que azotan esa remota región.  Quizás la lejanía sea la causante de que el viento se haya asilvestrado, que haya perdido el respeto por la gente y sus formas de vida. Como si se tratase de una región del planeta donde el viento campa a su aire, sin reglas, donde el intruso es el humano, un Serengueti climático.

Punta Arenas está definitivamente muy lejos, tanto como para que sea considerada la puerta de acceso a la Antártida, y eso que solo está en el paralelo 53. Por Irlanda, por ejemplo, también pasa el paralelo 53, en este caso el que corresponde al hemisferio Norte, y sin embargo nadie tiene la impresión de que Irlanda está cerca del Polo Norte. La masa continental del planeta se sitúa principalmente en el hemisferio norte, quedando el sur prácticamente vacío, salvo los mares, océanos y la Antártida.

El caso es que, pese a que Punta Arenas queda lejos de la mayor parte de los habitantes del planeta, en su día fue un paso muy frecuentado, como por ejemplo por aquellos que querían llegar a la costa oeste de Estados Unidos en busca de oro. Pasó también por la zona Charles Darwin y numerosos aventureros, como Sir Ernest Shackleton, quién planeó el tercer intento de rescate de los náufragos del Endurance desde la ciudad. Otros que hicieron escala en Punta Arenas fueron Robert Scott y el noruego Roald Amundsen, famosos exploradores que alcanzaron el Polo Sur, con 34 días de diferencia.

Precisamente, durante nuestra visita a Punta Arenas tuvimos la oportunidad de ver a otro noruego “popular”. Sucedió el primer día. Uno no se espera mucha actividad en la ciudad, dado lo aislada que se encuentra. Y sin embargo, nos llevamos una sorpresa. Resulta que el rey de Noruega, el mismísimo Harald V y la reina Sonja, estaban de visita en la región. Nunca antes habíamos visto a un rey o reina, nunca, y va y lo vemos en ese sitio ¡tan remoto! Los atendía un señor de mediana edad, muy atento, que los llevó calle abajo a degustar unos choripanes con batido de plátano, una combinación única, que apenas costaría, que sé yo, unas monedas. El sitio es, como se suele decir, “toda una institución en la ciudad”. El señor resultó ser el alcalde y para cuando logramos entrar en el quiosco, el rey y señora ya se habían ido, rumbo a regiones antárticas. Pero el alcalde estaba allí, haciéndose fotos, saludando al personal, muy cariñosamente si se me permite, charlando amigablemente y comprando bollitos, con la satisfacción de haber puesto el lugar en el mapa.

Aquí ha comido un Rey

Si bien la recepción que se brindó a los reyes de Noruega por parte de las autoridades fue campechana y amistosa, por parte de la ciudadanía el espíritu fue diferente. En efecto, cuando llegamos a la plaza de armas notamos un runrún de fondo que parecía entre festivo y reivindicativo. El origen era un grupo de gente con pancartas y silbatos que, apostados delante de la municipalidad, esperaban pacientemente a los representantes del medievo noruego.

Disculpe ¿Qué reivindican ustedes? “Estamos aquí en contra de las salmoneras”.

Resulta que los noruegos (me gusta generalizar, pensar que todos los noruegos son responsables) andaban buscando ubicaciones para la instalación de salmoneras y las aguas del canal del Beagle, donde las condiciones parecen ser ideales para los salmones, eran las elegidas. El problema radica en que, sin el control adecuado, las granjas de salmones pueden crear graves problemas medioambientales. La llamada “Marea Roja”, resultado de la proliferación de algas nocivas tras los masivos desechos de la industria salmonera, elimina otras formas de vida, dejando además sin sustento a los pescadores artesanales locales. Hace unos años, miles de personas de la isla de Chiloé se quedaron sin recursos al resultar gravemente contaminadas sus aguas.

¡Vaya con los noruegos! ¿salmón noruego? ¡los cojones!

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